Recuerdo hace unos meses atrás, llegando a casa luego de ver un partido de fútbol con dos amigas, comer rico y charlar en un bar. Estuvo bueno salir. Me hizo bien. Fue necesario y saludable: un ratito pero suficiente para darme el aire que necesitaba.
Mi hija y mi marido duermen ¡Qué placer! Debería dormir yo también porque eso es lo que se supone debería hacer cuando la bebé duerme. Pero yo aprovecho para escribir esto. Porque es mi momento. Y me hace bien encontrar estos tiempos para volcar estos pensamientos.
Me detengo a pensar en cómo pasamos de ser mujeres independientes a que de pronto una personita dependa totalmente de nosotras y por lo tanto nos volvimos dependientes. En un abrir y cerrar de ojos tu vida cambió para siempre. Tus tiempos dejaron de pertenecerte y la entrega hacia el/la bebé es total. ¡Qué difícil! ¡Qué agotamiento! Qué necesario es entonces construir un momento para una.
Somos madres, sí. Lo elegimos. Lo deseamos. Pero antes somos mujeres y no hay que borrar nuestro ser, nuestra identidad. Hay que poder reencontrarse, reinventarse en la ola de la maternidad.
Es fácil perderse a una misma y hasta verse en el espejo y no reconocerse. Mi hija suele estar impecable, vestida hermosa, peinada y hasta con cremita en la cara y de pronto paso por un espejo y la imagen mía que devuelve me es tan extraña.
Hay que cuidarse a una misma para poder cuidar a l@s demás. No es un lujo, es hora de entender que es algo sumamente prioritario.
No hablo de una cuestión superficial estética. Hablo de mimarnos, de mirarnos, de hacernos el tiempo y el espacio para disfrutar de algo nuestro que no tenga que ver con el/la bebé. Te va a hacer bien. A ti, a el/la bebé, a tu pareja, a tu familia. Es aire que te permite reconectar.