Siempre fui de llanto fácil.
Algunas amigas llegaron hasta apostar cuánto tiempo me iba a demorar en llorar en la ceremonia de mi casamiento.
Sin embargo siempre sentí que mis llantos tenían un motivo, había una angustia que estaba expresando de ese modo.
Durante las primeras semanas del puerperio me invadieron varios episodios de llanto incontrolable. Recuerdo que mi marido trajo del supermercado pañales de una marca distinta de la que yo le había dicho. Lloré. Sí, lloré por eso. ¿O no era por eso? ¿Qué había detrás de ese llanto? ¿Qué proceso movilizante estaba viviendo que sentía que no tenía control sobre nada? ¿Cuán vulnerable me sentía? ¿Cuántos miedos alrededor de saber que de pronto hay una pequeña personita que depende de mí? Desear que nada malo le pase, que tenga todo lo mejor (como los pañales de la marca que quería). Entonces el llanto era pero no era por los pañales. Pienso en esta escena y hoy me da un poco de risa por lo ridícula que suena pero al mismo tiempo recuerdo la angustia que tenía y era real y quiero abrazar a esa mujer recién parida y sin los pañales que había elegido.
Es tan importante contar con un espacio para canalizar todo esto. Hay tanto por elaborar, tanto que revisar de nuestra propia crianza, de nuestros vínculos, de nuestros temores frente a lo desconocido.
Así también en estos momentos críticos que estamos viviendo puede ocurrir que nos encontremos angustiadas y nos invadan episodios de llanto. Permítete llorar, por supuesto. No hay que guardarse esa angustia. Pero también regálate la oportunidad de sanar, de indagar a qué responden estos llantos para que de a poco puedas ir estando más tranquila y conectada contigo y tu maternidad.