Como ya hemos visto en un artículo anterior, los colores y los juegos no son propios de cada género. Hay allí una construcción cultural que es necesario ir desnaturalizando.
En los cuentos que nos han leído desde pequeñ@s las protagonistas mujeres solían ser princesas, ¿verdad? ¿Y qué características tenían estas princesas? Eran lindas, buenas, dulces, inocentes, cantan, bailan, ríen pero algún malvado las tiene prisionera. Su máximo anhelo entonces es ser rescatadas por un príncipe azul (nuevamente acá vemos el tema de los colores). Nos enseñaban que las mujeres estaban destinadas a ser prisioneras y que su única forma de liberarse era a través de un hombre valiente y fuerte que luchaba contra dragones en altos castillos lejanos. Entonces había que quedarse esperando que ese príncipe nos eligiera y rescatara. Lo pienso y más allá del estereotipo me parece aburrido sentarse a la espera de que a algún otro se le ocurra liberarnos.
Hoy en día ya se van produciendo muchos cambios, hay cuentos que transmiten otras visiones, películas para niñ@s con mujeres valientes, audaces y no sumisas.
Quiero que la enseñanza a nuestras hijas mujeres sea de libertad en sus propias manos, que puedan rebelarse frente a las imposiciones y luchar por sí mismas y no depender de ningún caballero con espada.
Quiero que nuestros hijos varones no crezcan con la enseñanza que su deber es cuidar y proteger mujeres, ni que deben ser machos fuertes o que no pueden hacer visibles sus emociones y llorar (porque siempre nos decían que “llorar es de niña”).
Somos responsables de la crianza de estas generaciones. Es posible romper con estos esquemas y no encasillar a nuestr@s hij@s.