Durante el embarazo hay una gran modificación de nuestro cuerpo: subimos kilos, crece nuestra panza, se ensanchan caderas, salen estrías, tenemos tobillos, pies, tetas, todo distinto.
Luego del nacimiento del / de la niñ@ hay un proceso que permite que los órganos del cuerpo vayan de a poco reacomodándose. Eso lleva su tiempo. Sin embargo, por más que los órganos vuelvan a su sitio, nuestro cuerpo ya no es el de antes. Y teóricamente siento que está bien que eso sea así. Pero invaden sentimientos de nostalgia, de extrañar el cuerpo anterior al embarazo, de no reconocerse en este nuevo cuerpo. Hasta se extraña el cuerpo del embarazo: me ha pasado (y sé que a otras mamás también) de extrañar la panza de embarazada aún cuando ya tenemos a nuestr@ bebé en brazos.
Ahora aparecieron las ojeras, el pelo se nos cae a montones, las panzas están flojas. Me parece que querer volver al mismo estado anterior genera frustración. Es querer intentar regresar a un estado previo al embarazo como si el mismo no dejara marcas en nosotras.
Debo contarles que yo no subí mucho de peso en mi embarazo y a la semana de tener a mi bebé ya había bajado todos los kilos. Y lo raro fue que, en lugar de estar feliz, (como supuse que lo iba a estar) me sentía triste. Como si no hubiera habido embarazo, gestación, trabajo de parto y demás. Como un borramiento.
Creo que es saludable aceptar los cambios en nosotras y poder trabajar paulatinamente en modificar aquello de lo nuevo que no nos hace sentir cómodas pero sin el mandato de “volver a ser la de antes”. Hay que posibilitar la reconstrucción de nuestro nuevo “yo”. Querrámosnos en nuestro nuevo estado de mamá, tengamos tiempo y paciencia para sentirnos mejor con nosotras mismas.