Leí mucho respecto de las crisis de sueño y lactancia de l@s bebés. Casi que cada mes se supone que hay una crisis distinta, que puede durar diferente cantidad de días y se puede expresar en modos diversos.
Pero desde mi lugar, no quiero hablar de esas crisis. No desconozco su existencia, por supuesto, sólo me parece que nuevamente el foco está más puesto en el/la bebé y no en la mamá.
Hablemos de las crisis de las mamás: la crisis por no dormir, por no alimentarse bien, por estar desconectada de la pareja, de amigas, de familia, por no querer volver a su trabajo remunerado, por querer volver YA a su trabajo remunerado, por este cuerpo extraño, por no contar con un espacio de escucha activa.
La palabra crisis viene del griego «krisis» y a su vez éste del verbo «krinein» que equivale a separar o decidir. Se vivencia una separación con nuestro antiguo “yo”, hay un renacer, hay piezas que van quedando en el camino y otras nuevas que se van adquiriendo. Hay un cambio profundo, hay alteraciones en el desarrollo de nuestra vida que puede tener consecuencias en nuestra salud física y psíquica. El tema es que cuando tenemos una dolencia física puntual (por ejemplo tendinitis), no dudamos en consultar a un médico especialista. Pero cuando lo que tenemos es angustia, depresión, temores, no le damos el peso que tiene y jamás queda ubicado en un lugar prioritario. Es hora de que lo sea. Es hora de cuidarnos, de mirarnos y elegir estar bien. Hay que dejar de invisibilizar la salud mental.
Ojalá de estas crisis surjan decisiones tan importantes como las del autocuidado.