Tal vez hayan leído, escuchado o vivido que aproximadamente a los 8 meses del/ de la bebé se transita por la denominada angustia de separación, momento a partir del cual el/la bebé percibe que mamá y bebé no son un@ sol@, que la mamá no es una parte de él/ella y eso le provoca angustia. Es normal, es esperable, no es un retroceso (todo lo contrario), es un avance como parte del desarrollo psíquico del/ de la bebé. A partir de aquí empieza a aprender respecto de las separaciones, a cómo sobrellevarlas y a ir armando la seguridad y confianza en los vínculos.
Sin embargo, desde mi lugar quiero hablar de la angustia de separación de las mamás. Porque nosotras también nos sentimos fusionadas con nuestr@ bebé y cuando ocurren separaciones ya sea por regreso al trabajo remunerado o un evento que nos aleja unas horas de nuestr@ hij@, podemos vivenciar episodios de angustia.
Hace un tiempo tomamos la decisión con mi marido de que había llegado el momento de que nuestra hija comenzara a dormir en su habitación. Y debo confesar que la primera noche me angustié, lloré, la extrañé. Ella estuvo perfecta. Y desde antes de intentarlo, yo percibía que a la que le iba a costar iba a ser a mí, que el obstáculo principal tenía que ver con mi propia angustia de separación. Por eso me parece importante que podamos visibilizar nuestra angustia, nuestros miedos, validar sentirnos extrañas sin nuestr@ bebé.
Hay un vínculo muy potente y único. Verl@s crecer es maravilloso pero también se extraña esa fusión corporal y emocional del comienzo. Es un aprendizaje para nosotras transitar estas separaciones que son parte del proceso de desarrollo del vínculo.