¿Sabías que somos muchas las mamás que recurrimos a la comida (fundamentalmente a lo dulce como el chocolate) para intentar que nos “salve” en momentos de ansiedad?
La maternidad puede llevarnos a estados de ansiedad por muchos motivos: por la falta de independencia, por la falta de tiempo para una, por la falta de control sobre las situaciones, por no saber cómo contener a tu hij@, por discusiones con tu pareja, por los cambios en las rutinas, por no saber qué estás haciendo, por verte colapsada y mil opciones más.
El tema aquí es qué hacemos para enfrentar estos escenarios. Y la respuesta muchas veces es comernos un chocolate entero.
Se busca un alivio, una calma, algo que apacigüe el mal rato y creemos tal vez que lograremos ese estado con la ingesta del alimento. Pero seguramente hemos notado que eso no sucede. Comemos el dulce de forma compulsiva, rápido, sin disfrute alguno y la sensación jamás es de saciedad. Podemos hallarnos pesadas, hinchadas por haber comido mucho pero rara vez la sensación de angustia se habrá evaporado luego de habernos comido el chocolate.
Hay algo que falta, hay algo que estamos intentando tapar con ese chocolate.
Comer es un escape pero no es la salida.
La propuesta es empezar a elaborar una salida de sanación para las situaciones que nos transmiten ansiedad.
En el consultorio pongo el ejemplo del parche curita: ante una herida podemos poner un parche y seguir “como si nada” o ponernos alcohol que tal vez arda y duela, tomar algún medicamento y soportar un proceso doloroso pero que finalmente permitirá que esa herida se cure y sane. A lo mejor deja alguna cicatriz que nos recuerda por lo que hemos atravesado.
Esto mismo trasládenlo al escenario psicoafectivo.
El comer el chocolate es el escape, es el parche curita.
Identificar lo que nos desestabiliza y genera ansiedad y encarar un proceso de terapia es el camino de sanación, tu ticket de salida.
Te invito a reflexionar qué están intentando tapar todos esos chocolates y a empezar a elegir una salida emocionalmente saludable.