En el ejercicio de la maternidad y la paternidad es necesario eliminar de nuestro vocabulario el “te ayudo”. Hay una decisión conjunta de traer un hij@ al mundo y la crianza implica responsabilidades compartidas.
Hace décadas atrás costaba mucho más visibilizar estas cuestiones porque la creencia instalada era la de “la mujer en la cocina y criando a l@s hij@s” y “el hombre proveedor que trabajaba afuera de casa y era el sostén económico”. Y, si el hombre volvía de trabajar y bañaba al bebé, la mujer conversando con una amiga bien podía decirle que él “la ayudaba”. ¿Por qué? Porque el mandato era que esas eran tareas exclusivamente para que desarrollara la madre, quien contaba con instinto maternal y “por naturaleza” sabía cuidar, limpiar, cocinar, ordenar, etc. Entonces si el hombre (que era el que se desenvolvía en el ámbito público y el que ganaba dinero) osaba hacer una tarea doméstica, era leída como una ayuda.
La realidad es que ninguna de nosotras sabe por naturaleza cómo cuidar, cocinar y demás sino que fueron tareas enseñadas y que hemos aprendido. No hay nada de natural allí pero eso es lo que nos han hecho creer para no cuestionar estos mandatos.
El tiempo ha transcurrido, las nuevas generaciones ya van sintiendo en carne propia los avances del feminismo y las tareas van siendo más compartidas. Muchos hombres cocinan, van al supermercado, limpian la casa y demás. Sin embargo el “te ayudo” lamentablemente aún suena y resuena.
Cómo nombramos las cosas tiene un efecto y un sentido. No da lo mismo. El lenguaje crea realidad.
Entonces, ¿cómo podemos lograr un ejercicio más saludable de la maternidad y la paternidad?