Es la primera vez que escribo sobre mi parto. El relato lo hice en un par de ocasiones solamente porque pocas personas me lo han preguntado. Como comenté en un artículo anterior, una vez que la bebe nació, toda la atención del mundo se focaliza allí y no importa cómo fue que llegó a este mundo. Llegó.
Pero sí que importa. Es parte de nuestra historia. Así que ahí va:
Estaba de más de 39 semanas de embarazo y hace unos días había empezado a perder de a poco el tapón mucoso. Por las noches tenía algunas contracciones pero que no identificaba como las de parto (jamás había tenido las de parto pero me habían dicho que cuando llegara el momento las reconocería y así fue).
Era domingo. Estaba mi marido. Estaba mi mamá. Paseamos con mi mamá ese día por la plaza, caminamos y charlamos. Por la tarde empecé a hacer ejercicios en la pelota y a partir de las 12 de la noche vinieron las contracciones más fuertes, caminé, estuve en la pelota, mi marido me hizo distintos tipos de masaje que casi no recordábamos del taller de parto pero improvisamos y nos salió bien. Cuando ya eran más seguidas las contracciones llamé a mi matrona. Me sugirió darme un baño, hacer ejercicios en la pelota y llamarla en una hora. Así lo hice. A la hora la frecuencia entre una contracción y otra era menor. Me sugirió ir a la clínica.
Agarramos todas las cosas (era casi una mudanza) y salimos hacia la clínica.
Al llegar (4 de la mañana) nos recibe una matrona de turno y me indica que estoy con 1 cm de dilatación (nada). Me hacen un monitoreo, está todo ok, hay contracciones pero aún no es el momento. No lo podía creer, yo pensaba que ya estaba por parir y aún faltaba mucho por delante. Nos mandan a casa y debíamos volver a las 10 am que teníamos control con la matrona. Me acuerdo que me dijeron que “tratara de dormir en casa”. Obviamente eso no sucedió. Estuve despierta con contracciones hasta el momento de volver a la clínica pero ya no eran tan intensas y asumía que nos iban a mandar de vuelta a casa.
Mi matrona nos recibe, me revisa y dice: “estás con 5 de dilatación. Se quedan”. No lo podía creer. Ahí nos llevaron a una sala integral donde pasé las próximas 7 horas. Vino mi mamá y ahí se iban turnando con mi marido para tomarme la mano frente a cada contracción. Caminé, usé la pelota, tomé agua. Respiré (cuando mi marido me hacía acordar, porque debo decirles que con todo lo que sucedía me olvidaba algo tan básico como soltar el aire). A los 7 cms de dilatación pedí anestesia. Nunca estuvo en mis planes tener parto sin anestesia pero en mi ideal quería que fuera colocada lo más tarde posible. Seguía dilatando pero mi bebé no se encajaba. Llegué a 9 cms de dilatación y nada. Vino varias veces el obstetra y finalmente me rompen bolsa. Había poco líquido amniótico y un poco de meconio. La bebé no se encajaba. Eran las 5 de la tarde y el obstetra me dice la frase tan temida por mí: “vamos a tener que hacer cesárea”. Yo (llorando) le pregunto si no podíamos esperar un poco más y él me explica la situación. Realmente yo confiaba en mi equipo médico y sabía que si me estaba diciendo eso era porque realmente era la mejor decisión para mí y la bebé.
Me llevan a quirófano. A mi marido le ponen el atuendo apropiado y a mí me hacen sacarme hasta el arito de la nariz. En pocos minutos entra bastante gente al quirófano (lamentablemente). Más anestesia. Siento como que me tironean, me abren y de pronto escucho el llanto de nuestra hija. Por fin llegó el momento de conocernos. Nos acercan a la bebé y les juro que mi marido estaba más emocionado que yo jaja. Yo estaba profundamente cansada. Feliz de tener a la bebé con nosotr@s pero, si soy sincera, en ese instante sentía mucho cansancio. El obstetra me decía: “tuviste 2 partos”. Me dejaron tener a mi hija conmigo, ponérmela en mi pecho, no cortar enseguida el cordón, disfrutar de ese momento l@s tres. Luego se la llevaron pero mi marido no se despegó de ella ni un instante. A mí me trasladaron a recuperación donde habré estado 1 hora pidiendo todo el tiempo que me llevaran a mi habitación, moviendo las piernas y queriendo mostrar así cómo se me había ido ya el efecto de la anestesia.
Una vez en la habitación pudimos estar l@s tres y los días subsiguientes así fue. No la dejamos en sala cuna. Fuimos aprendiendo un poco ahí de qué se trataba todo esto. Me dieron el alta súper rápido así que no tuve ni tiempo de pensar si quería o no visitas más que mis papás y una amiga.
Tengo recuerdos borrosos de los días en la clínica, hay cosas que realmente no me acuerdo cómo fueron, cómo las hice.
Es sanador poder compartir estos relatos. La historia del comienzo de la vida. Cómo empezó todo. Ojalá no se borre para un día poder contarle a mi hija cómo fue que llegó a nuestros brazos.
Como embarazada en su momento y ahora como mamá me gusta leer relatos de partos. Siento algo de lo real, de lo vivido, del choque entre la expectativa y la realidad. Me parece una linda práctica poder compartirlos para que la forma en que llegamos a este mundo no quede invisibilizada.